Régulo Poyer
Régulo Poyer
Cierta vez allá en una esquina del mundo existió un cangrejo, afamado por saber construir toda clase de cosas con la arena y también con todo aquello que la marea le traía. Él no era como otros, nunca se quejó de la basura humana porque toda ella le parecía tan ingeniosa para elaborar maravillas. Dicen del cangrejo que hasta esculturas de sirenas hermosas realizó, y cuando la brisa resoplaba en ellas, haciendo vibrar trozos de vidrio en sus gargantas, las sirenas cantaban estrofas seductoras y exhalaban perfumes que podían apacentar al más terrible rugido de un tigre enamorado.
Mas, como el cangrejito muy temprano elaboraba sus obras a la orilla de la playa, en la noche al subir la marea, sus esculturas e inventos se deshacían en el mar.
Sucedió entonces en un atardecer, un hombre ruin y desvergonzado, despreciado y arrojado de todos los pueblos donde había vivido porque no conocía el amor, vio una de sus esculturas, una sirena, y en sus carnes le invadieron los temblores. No sabía qué hacer, deseaba inconcebiblemente aquella mujer, para él era perfecta, su voz, su olor, la tez de su piel, su cabellera, su mirada profunda. El hombre quedose inmóvil como ella, eran como dos estatuas, una al frente de la otra. Así pues observándola hasta la puesta de sol y cuando los temblores no soportó más, decidió abrazarla. En eso el agua tocó los pies de su ilusión y ella por supuesto se deshizo completamente. Él no lo pudo creer. Por primera vez había sido engañado. Increíble, un hombre tan infame sufriendo un desengaño amoroso. Y pensando en esta desilusión se durmió hasta el amanecer.
Al día siguiente el cangrejo empieza a construir una escultura mucho más atractiva que la anterior, y el hombre fascinado por la ingeniería del cangrejo le preguntó qué de cosas sabía hacer además de esculturas tan fascinantes.
- Todo, o mas bien casi todo lo que me pidas lo sé hacer, aunque todo eso como usted ve es ilusión- le dijo el cangrejo.
- ¿Y qué es lo que no puedes hacer?
- Algo que sea verdadero como un barco de papel hecho con amor para un hijo. Cuando el cangrejo culminó la escultura el hombre no podía creer que tanta belleza era una mentira, y abrumado y furioso la derribó a golpes. Luego más enardecido por el engaño saltó sobre el cangrejo para aplastarlo y este huyó rogando por su vida.
- Haré lo que me pidas a cambio de no morir, -dijo el cangrejo.
- ¡Pero todo lo que haces es mentira! ¿De qué me serviría?
- Pues tendrás el poder de la mentira,- replicó el cangrejo buscando persuadir.
Y no fue difícil convencerlo. Un hombre tan ruin sabía que la estafa es un poder. Así que le pidió algo muy difícil pero no imposible: seres capaces de hacer cualquier cosa por el poder y siempre bajo sus órdenes. Entonces empezó a construir su ejército de seres inhumanos, viles asesinos, monstruos jamás conocidos con apariencia de gente, unos encantadores, otros de mente ágil, pero ninguno capaz de hacer un barco de papel. Ése era su punto débil, no sabían hacer nada con amor, y por eso, algunos pocos fueron descubiertos, pero el cangrejo cobarde siguió perfeccionando sus máquinas de terror.
El hombre empezó a apoderarse de todos los pueblos de dónde había sido expulsado. Abusó de mujeres, niños, ancianos, los puso a trabajar para él, y todo lo hacía bajo engaño y violencia. Cuando uno de sus agentes era descubierto, otros de inmediato los sustituían. El cangrejo se perfeccionaba en la ciencia de la mentira y el terror. Su táctica era muy sencilla, primero sus agentes averiguaban los puntos débiles de cada pueblo, luego creaba bandos entre ellos por medio de mentiras, les vendía armas a ambos y entonces los orientaba a batallar entre ellos. Finalmente, como luego de toda guerra quedan tan débiles y endeudados, sus agentes tomaban el poder. Y así pueblo tras pueblo su poder se hacía absoluto.
Cierta vez invitaron a la TV a un presidente de un pueblo para que hablara con los niños y cuando miles de televidentes lo observaban, un niño le pidió que le hiciera un barco de papel para jugar con él en las charcas. El presidente estaba muy nervioso y sudaba muchísimo, no lo podía evitar, y derramó tanto sudor que de pronto, como escultura de arena, empezó a desbaratarse ante las cámaras. El sudor desmoronó su estructura débil ante la ternura, sus pies endebles no lo soportaron y cayó frente a todos los televidentes mostrando lo que realmente era: una mentira, un agente inhumano.
La noticia corrió por todas partes y los revolucionarios de todos los pueblos llevaron niños a presidentes, ministros, empresarios, profesores, obispos, y todo aquel que representaba el poder, para que le construyeran un barco de papel. Y así, todos se diluían, se desvanecían, fundían o derretían en medio de los aplausos de los revolucionarios.
El hombre miserable está furioso, ya no sabe qué hacer, sus mentiras son reconocidas, pero no se atreve a aplastar al cangrejo. Y todo esto por culpa de un barco de papel.
el caudal encantado
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