RÉGULO POYER
Él la cultivó, y aunque sus garras eran torpes y su lengua áspera, ella agradecida lo perfumó.
El tigre movía la tierra con sus garras acariciando sus raíces, y ella desprendía perfumes que acallaban su rugir.
Pero un día sus cuerpos ajenos deciden partir y algo extraño ocurrió,
el tigre empezó a secarse y la flor comenzó a rugir.
Él que agoniza sin el perfume
de su flor extraviada, la buscó por el mundo y llegando al castillo de los
espejos, en un reflejo, vio a su amada. Trató de buscar la imagen, pero esta
era reflejo de otra en otro espejo, y este en otro y otro: era un laberinto en una fortaleza llena de espejismos, donde los cristales enloquecían al tigre.
Y mientras tanto la
flor nunca estuvo dentro del castillo. Ella estaba con otras flores en un huerto vecino al castillo, y desde allí se reflejaban.
Aun así, ella lo espera exhalando
su mejor perfume, oyendo el rugir del tigre encantado dentro de la fortaleza cristalina.
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